martes, 24 de julio de 2007

A LEER ESTE EXCELENTE CUENTO CON PERMISO DE PUBLICACIÓN POR SU AUTORA.

SEGURAMENTE ESTE CUENTO LES VA A ENCANTAR PORQUE MUCHAS VECES SENTIMOS IGUAL QUE NATI... EN ALGUNAS SITUACIONES DE NUESTRA VIDA.

RIMAS RIDÍCULAS
Nati tomaba la leche con cara de sueño. En la habitación de al lado, su mamá andaba tarareando mientras se arreglaba para ir a trabajar. Cuando escuchó lo que esta decía dejó la taza y con cara de pocos amigos exclamó irritada:
-¡Maaaaá! ¿es tan difícil ser una madre normal? Ellas no dicen esos disparates… ¡¡Y vos no usás ruleros!!
La mamá se rió y siguió cantando con un tonito de burla:
-Chibirilín, chibirilero
a la re pucha
perdí un rulero…
-Porfa, es agotador para cualquier chico normal vivir con una mamá que se la pasa diciendo estupideces.
-Nati, no seás rezongona, alegrá un poco esa vida, las rimas se me salen, ¿qué querés que haga?
-Mmmmm…-la chica hizo como que se esforzaba por pensar- ¿No decirlas en voz alta? ¿Sería un sacrificio sobrehumano para vos cantarlas mentalmente?
-Bueno, monstruito, ya me callo. Igualmente ya es tarde y tenés que irte. Vamos apurate, que después me mandan una nota del colegio diciendo que tenés media falta.
Natalia agarró la mochila y luego de meter apretujada adentro la bolsa de bizcochos para el festejo de día de la primavera y el estudiante, le dio un beso a su mamá y salió corriendo a tomar el cole.
Le parecía que ese día iba a ser un poco aburrido en la escuela a la que iba ahora, tal vez era porque estaba en octavo y desde que se cambió de colegio extrañaba un poco. Claro que todos decían que ese era el curso más difícil de la EGB, que ya se iba a adaptar, que el cambio siempre era difícil, bla bla bla. Pero a ella no le molestaba el cambio, sólo que se aburría, a veces los trataban como niñitos y otras como que ya eran grandes. Y eso le reventaba, cuando les convenía decían que no se portasen como chiquitos, y cuando no, que ya estaban crecidos para hacer eso.
Como si hablara con sus pensamientos, se encogió de hombros y pensó que al menos ese lunes no tendría Matemáticas que era su pesadilla, y sería una ocasión para pasar un buen rato con sus amigas.
Dentro de todo, las cosas no fueron tan malas como había pensado…
Hasta que se le ocurrió la mala idea de sacar los bizcochos de la mochila. Obvio: sus compañeros se abalanzaron. ¡Como si no hubieran comido nada! De la misma manera habían devorado los chizitos que llevó Paula, la pastafrola de María, las papas fritas de Carlos y cuanta cosa había aparecido.
Cuando estiró la mano para rescatar la bolsa, la mano de Luisa se retiraba con el último y por buena educación se guardó el comentario. ¡Qué odio! Ni siquiera los había probado.
Se levantó y dijo que iba a calentar más agua para el mate.
La sorpresa la esperaba al volver.
Todos y cada uno de los chicos que habían comido bizcochos de los que hizo su mamá se desternillaban de la risa y no paraban de decir estúpidas rimas. Así, oyó tonterías como:
-Dale, dale
cebá mate
si no querés
andá a rascarte
-Salí, salí,
salí de ahí,
porque me pica
la nariz...
-Dame un beso
dame un abrazo
si no querés
te rompo el brazo
Nadie parecía notar su presencia, así que empezó a caminar hacia atrás para que no la descubrieran y todo lo rápido que pudo se metió en el baño de chicas. El corazón le latía fuerte del susto, ¿qué haría ahora?, seguro que eso era un efecto de los bizcochos, no podía ser de otra manera, ¿sabría alguien que su mamá decía rimas tontas todo el tiempo? No, jamás había invitado a sus nuevos compañeros a su casa.
Entonces recordó... una vez había pasado algo similar con su papá, antes de que se separaran, cuando andaban mal las cosas ella le había cocinado algo rico y resulta que al otro día vino antes de la fábrica despotricando en verso. ¿Tendría que ver el estado de ánimo de su mamá en eso? El día anterior estaba muy contenta, pero aquella vez estaba muy triste...
Le daba vergüenza que descubrieran algo así, aunque ahora se reían probablemente las cosas no seguirían de esa manera, cuando llegaran a su casa diciendo bobadas iban a empezar los problemas... dejó todo y se fue a buscar a la preceptora, faltaba media hora para el horario de salida así que si le decía que no se sentía bien tal vez la dejara ir.
Tal y como lo pensó, Mariana no le hizo problema, menos mal que tenía la billetera en el bolsillo, así que corrió a la parada del cole y volvió a su casa como una tromba.
Su mamá recién llegaba del trabajo y tarareaba por lo bajo mientras ponía el lavarropas. Nati, fue enojada a donde esta se encontraba y le espetó:
-Sucedió de nuevo, vos y tus malditos versitos, justo ahora que voy a otra escuela, que nadie me conoce y que puedo caer bien, me hacés esto...
La mamá la miró asombrada y algo apesadumbrada, y con cara de lástima preguntó:
-¿Los bizcochos?... Ay, me parece que canté un poquito mientras los hacía...
-Claro, no podés con tu genio... Y en este preciso instante mis compañeros están dele decir bobadas.
-Lo siento Nati, vamos a arreglarlo, ¿sí? Mañana llevás una torta para deshacer el efecto, digamos que es tu cumple...- lo dijo tan dulcemente que a Natalia le dio pena haber sido tan brusca.
-Mmmm, sí, espero no tener, más de un cumpleaños este año ¿entendido?- se rio un poquito.
-Bueno, andá preparame todo, te hago una torta de limón.

Al otro día Nati fue a la escuela con cierto temor, no quería que por nada del mundo se fueran a dar cuenta de que lo sucedido era culpa suya, la hacía sentir muy estúpida, pero cuando entró en el curso con la torta en una bandeja, justo a tiempo antes que la profe de Matemáticas, sus compañeros estaban con las caras largas y callados.
Nadie le dijo nada, o sea que era probable que el efecto aún durara y no se animasen a hablar. Ella sonrió disimuladamente y se sentó.
Cuando la bruja de los números y las ecuaciones vio la torta, no se la quiso perder y le preguntó:
-¿Es tu cumpleaños, Natalia? Así que estamos de festejo...
-Sí,... si usted nos deja, la podemos compartir ahora.- sabía que la muy odiosa no se la iba a perder por nada.
En un santiamén la chica cortó la torta y repartió una porción a cada uno, los chicos la recibían muy silenciosos pero como estaba muy rica no pudieron menos que comentar enseguida y entonces se notó que todo andaba bien, ni un verso salió de sus bocas y de pronto empezaron a hablar todos a la vez.
Martín fue el último en recibir el trozo y en ese momento Nati se dio cuenta de que arriba del banco tenía sobre una servilleta un bizcocho de los del día anterior, seguramente había sacado más de uno y al comer el primero y producirse el efecto había hecho la conexión. ¡Imposible! El chico no la miró, probó la torta, sonrió y en voz alta le preguntó a la profesora:
-Señora ¿No quiere probar un bizcocho de los que trajo Natalia ayer? Son excelentes... Tan buenos como la torta, su mamá cocina muy bien...
La profesora no se negó, y ante el asombro generalizado se engulló el bizcocho también.
Martín miró a Natalia con picardía y se rió, por lo bajo le murmuró:
-Se lo merece, la muy bruja...
Claro, que cuando la profesora se tuvo que retirar a su casa por las tonterías que decía, los alumnos mostraron su asombro y dijeron que lo del día anterior era un juego que ellos jugaban y no podían entender qué le había sucedido a la profesora, tal vez había enloquecido súbitamente... Pero Natalia sabía sin lugar a dudas que ellos eran sus amigos, que conocían lo sucedido y los divertía, por eso se sentía mucho más tranquila, y como la Sra. Martínez le dio pena le llevó a su casa una tarta de manzana para que le pasara el efecto.

AUTORA: LIC. GABRIELA MONZÓN.
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